JOY ZAMORA

Nunca imaginé que ser introvertido sería una ventaja cuando era niño. Pasé interminables horas escapándome hacia cómics y cuentos de todo el mundo, viajando a través del tiempo y el espacio sin dar un solo paso.

Luego, cuando me puse detrás de la lente, encontré un nuevo escapismo, uno que me permitió capturar momentos sin esfuerzo y fijarlos en el tiempo. Un simple roce de una mano contra una mejilla, un pájaro solitario volando a cielo abierto, un anciano mirando pasar el tiempo con un cigarrillo colgando del labio. Comencé como fotógrafo callejero, observando en silencio desde la barrera. Esta es la esencia de cómo trabajo hoy, 10 años después. Dejo que los momentos se desarrollen de forma natural y capturo la belleza que hay en ellos.

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